martes, 23 de agosto de 2011

Stewart y Mann: en las fronteras del Far West

James Stewart (izq) y Anthony Mann (centro)
¡Hoooooola cinéfilos! Siento haberme ausentado tanto, el deber y mi escasa disciplina han sido los culpables del abandono temporal del blog. Cosas de la voluntad. Y la pereza. Mea culpa.

Pronunciadas las disculpas, hoy quería  poner en el lugar que corresponde a uno de mis actores favoritos, un clásico que brilló a la luz de Hitchcock, Preminger, Ford y tantos otros genios. No es otro que James Stewart, concretamente en ese matrimonio profesional con Anthony Mann que tantos buenos frutos dio a un género por entonces en pleno apogeo: el western. 
Todo gran director que se precie contaba con su propia musa en la que plasmar sus ideas y, a su vez, en ese juego recíproco de la creatividad, servirse de ella como fuente inagotable de inspiración. De esta manera, hemos disfrutado de productivas parejas del celuloide como Scorsese y De Niro, Burton y Deep, Kurosawa y Mifune, Wilder y Lemon... 
James Stewart y Anthony Mann trabajaron codo con codo en 5 películas entre 1950 y 1955. La primera manifestación de esta colaboración fue Winchester 73, quizás la más célebre de todas. En ella la trama gira en torno al famoso rifle de repetición. Lin McAdam (Stewart) irá tras la pista del rifle que ganó justamente en un concurso, pero que su propio hermano, Dutch Henry Brown, le arrebata para pasar por diferentes dueños a lo largo del film. Esta búsqueda le servirá no sólo para recuperar el winchester, también para vengar el asesinato de su padre, muerto a manos de su propio hermano.
Esta labor conjunta se consolidaría con Horizontes Lejanos (1952), la ancestral historia de la búsqueda de redención huyendo del pasado hacia una nueva vida en la que, lógicamente, los fantasmas reaparecerán. Después vendría Colorado Jim (1953) para retomar el tema de la venganza de Winchester 73 desde otra perspectiva, esta vez alimentada por la codicia, otorgando al personaje de Stewart una conducta injustificada moralmente. Un año después, se estrenó su cuarta colaboración, Tierras Lejanas. Mann incide en la misma temática: venganza, codicia, huida de un pasado oscuro... pero esta vez a través de unos personajes más ricos en matices, en los que lo bueno y lo malo no resulta tan evidente como en las anteriores. Este magnífico tándem pondría su broche final con El Hombre de Laramie (1955), donde el pasado vuelve a jugar un papel crucial que determina la motivación de Will Lockhart (Stewart): encontrar a los comerciantes que vendieron armas a los indios que mataron a su hermano. La producción de ambos pudo verse ampliada en 1957 con la película La Última Bala. Desgraciadamente, Mann se desinteresó pronto del proyecto, pues consideró que era un guión demasiado mediocre y fue sustituido por un director de menor categoría, James Neilson.

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